Política
Me lo contó un mosquito: "La millonaria historia de la fundación que hilvana cielo, discapacidad y poder"
Me lo contó un mosquito:
Villa Elisa es una tierra próspera, con una cómoda ubicación medianamente equidistante en los tiempos entre La Plata y CABA, ideal para quienes quieran moverse entre ambas ciudades o hacer cualquier tipo de negocios que requieran esa facilidad de movimientos geográficos entre ambas capitales.
Será por eso, tal vez, que allí han decidido afincarse los principales líderes de La Cámpora, encabezados por Máximo y El Cuervo; o del otro lado de la grieta, el Presidente que menos errores cometió en la historia argentina (gobernó seis horas cuando Cristina no quiso entregarle el mando a Macri), Federico Pinedo.
También viven muchos poderosos más, que en otra nota nombraremos, pero lo que ahora nos trae a esta localidad del norte platense es un tema que parece mucho menos frívolo, pero para nada está alejado de la política. Un tema que involucra poder, medios (si, de los dos que estás pensando), políticos, negocios y discapacidad.
Esta historia me la contó un mosquito que se posó anoche sobre mi hombro derecho, con una sirena en su espalda. El insecto chamuyador me dijo que un empresario de medios de La Plata, que no es periodista, que es capaz de ponerle un supositorio a una liebre en plena carrera sin que se dé cuenta, acaba de crear una fundación con la que pretende tocar el cielo con las manos.
Ese empresario mediático, gran contador de historias, que ya le comió la mano a un gobernador haciéndole pagar un enorme estudio de TV con la nuestra, ahora se asoció sin papeles pero con muchos papelitos verdes de por medio, con un poderoso lobista cuya jermu saluda con los dedos en V.
Tanta cercanía al poder, lo animó a pedirle a su amigo que usa el sobrenombre de un famoso sapo, un favorcito de varios millones del Estado. Resulta que este empresario de los cielos que no tiene avión, pensó que su novel fundación de ayuda a personas con discapacidad, debería funcionar en una linda y enorme sede propia, en la carísima Villa Elisa de los poderosos.
Como un cazador perdido en el monte, se las pensó todas. Entonces, ideó una manera de hilvanar al Estado en sus tres opciones: la Municipalidad debería donarle un enorme predio en Villa Elisa, una de las zonas más caras del partido de La Plata, ubicado exactamente en Camino Centenario y Diagonal 5, lindero al arroyo Carnaval (que tiene una zonificación que sería imposible cambiar para los fines que pretende, ya que figuraría como Reserva Natural). O sea que la comuna debería entregarle sin cargo las tierras y cambiarles la zonificación para que puedan construir allí. Dos enormes desprolijidades administrativas y políticas.
Luego llegaría el momento de la construcción del edificio, valuado en muchos millones. “Para eso, tengo a un amigo que es prestamista departamental del Uno”, pensó; y le pidió financiamiento nacional. Cuando ya esté listo el edificio, llegará el momento de la habilitación provincial, donde también tienen influencia sus amiguitos todopoderosos. Y por último, necesitaría que la nación, la provincia y el municipio le manden pacientes con discapacidad bajo el generoso sistema de pago estatal (medio palito por pibe, cada mes).
Redondita la fundación. Habrá que ver a cuánto ascienden las pingües ganancias que generará esta institución, que sin dudas serán millonarias. Una cosa es querer ayudar a los discapacitados como lo hacen la enorme mayoría de quienes trabajan en esa temática, con esfuerzo y pocos fondos, en base a donaciones de personas, empresas y algún aporte estatal, alquilando una sede, rompiéndose el lomo; y otra muy distinta es ver a la discapacidad como un negocio fabuloso.
El mosquito nunca me contó de quién estaba hablando. Y voló hacia el monte…