El Gobierno nacional consiguió uno de los objetivos centrales de su gestión: la aprobación del Presupuesto 2026 en el Senado. Después de más de ocho horas de debate, el proyecto fue sancionado con 46 votos afirmativos, 25 negativos y una abstención. No alcanzó los dos tercios por apenas dos votos, pero logró algo igual de importante: respaldo político y previsibilidad económica.
Para Javier Milei, la aprobación del Presupuesto 2026 no es solo una ley más. Es la primera vez, en muchos años, que un Gobierno logra presentar un plan de gastos aprobado por el Congreso al inicio de la segunda mitad de su mandato. Eso, puertas afuera, es una señal directa al mercado y a los organismos internacionales.
El texto aprobado fija las principales variables económicas del Ejecutivo. Según el proyecto, se espera un crecimiento del PBI del 5%, una inflación anual del 10,1% y un tipo de cambio cercano a los $1.423 para diciembre del año próximo. Además, plantea un superávit primario del 1,5% del PBI y un resultado financiero positivo del 0,2%.
En criollo: el Gobierno apuesta al equilibrio fiscal y busca dejar atrás la lógica del déficit permanente. También proyecta un aumento de las exportaciones del 10,6%, otro dato clave para el ingreso de dólares.
Uno de los artículos más cuestionados fue el 30, que habilita eventuales recortes en partidas educativas. A pesar de las críticas de la oposición, ese capítulo también fue aprobado con 42 votos positivos, lo que despejó cualquier duda sobre la promulgación de la ley.
Desde el oficialismo defendieron el artículo y remarcaron que herramientas similares ya habían sido incluidas en presupuestos anteriores, tanto durante gobiernos kirchneristas como macristas.
Además de los votos de La Libertad Avanza, el Gobierno sumó apoyos de la UCR, el PRO, senadores provinciales y un dato que no pasó desapercibido: legisladores peronistas que se desmarcaron de la postura de Cristina Kirchner. Ese quiebre político fue clave para alcanzar la mayoría.
En la UCR, algunos senadores respaldaron la ley por considerar que un Presupuesto aprobado es básico para el funcionamiento del Estado, aunque marcaron diferencias en temas sensibles como educación y ciencia.
El cierre del debate dejó una definición clara: para el Gobierno, el superávit no es una promesa, sino una regla. Con el Presupuesto 2026 ya aprobado, Javier Milei logró algo más que una victoria legislativa: instaló un rumbo económico concreto y dejó en claro cuál es la línea que no piensa cruzar.
Ahora, la pregunta queda abierta: ¿este plan logrará sostenerse en la realidad diaria de los argentinos? Esa respuesta empezará a verse en los próximos meses.
