PRO propone derogar Ley de Etiquetado Frontal por "paternalista" y "confusa"

Legisladores impulsan un proyecto para eliminar la normativa de 2021, señalando su impacto negativo en consumidores y exportaciones.

24-11-2024 - Por Crítica Argentina

La Ley de Etiquetado Frontal, vigente desde 2022, enfrenta un proyecto de derogación impulsado por los diputados del PRO Alejandro Bongiovanni y Daiana Fernández Molero. Según argumentan, la normativa es "paternalista", "confusa" y no cumple con su propósito de informar al consumidor.

La propuesta elimina tanto la Ley N° 27.642 como decretos asociados. Los legisladores aseguran que el Código Alimentario Argentino ya regula la información alimentaria de manera suficiente, evitando duplicidades y simplificando el marco legal.


Críticas a los octógonos negros


Los diputados cuestionan las etiquetas negras que advierten sobre excesos de azúcares, sodio y grasas. Según Fernández Molero, estas pierden efectividad si aparecen en la mayoría de los productos, mientras que Bongiovanni calificó la ley como "alarmista" y "ridícula".

Además, destacan el impacto económico de la norma, argumentando que dificulta la exportación de alimentos locales debido a diferencias con estándares internacionales, afectando la competitividad del país en mercados globales.


Reconocimientos y contexto regional


La ley fue elogiada por organismos como la OPS, que la considera una herramienta efectiva contra enfermedades relacionadas con la mala alimentación. En países como Chile y México, sistemas similares han reducido el consumo de alimentos poco saludables.

En Argentina, donde el sobrepeso afecta al 70% de los adultos y al 40% de los niños, las etiquetas frontales buscan mitigar los efectos de una mala dieta. Las enfermedades crónicas vinculadas a la alimentación generan 140.000 muertes anuales.


Debate en el Congreso y el futuro


El proyecto del PRO abre un debate sobre el equilibrio entre promover hábitos saludables y evitar regulaciones que, según sus detractores, afectan a la economía. En caso de derogarse, quedará en manos del Congreso definir alternativas efectivas para proteger la salud pública.