El 2 de julio de 1976, una explosión sacudió el corazón de Buenos Aires. En el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, ubicado en la calle Moreno al 1400, una bomba causó la muerte de 23 personas y dejó 110 heridos. Fue el atentado más sangriento perpetrado por Montoneros, y las heridas de ese día todavía laten en la memoria colectiva.
Era la 1:20 de la tarde cuando una potente detonación destruyó el comedor policial. Según el relato del escritor Ceferino Reato en su libro Masacre en el comedor, el sargento Óscar Domínguez vio un fogonazo azul justo antes de que la explosión arrasara mesas, sillas y estructuras.
El atentado dejó un panorama devastador: cuerpos mutilados, escombros y caos. Entre las víctimas se encontraba Josefina Melucci de Cepeda, empleada de YPF, quien almorzaba con una amiga. La violencia del ataque no distinguió entre policías y civiles.
El responsable material fue José María Salgado, un agente infiltrado por Montoneros. Salgado entró al comedor con un maletín que contenía una bomba "Claymore", cargada con trotyl y bolas de acero diseñadas para maximizar el daño. Luego de almorzar, dejó el maletín bajo una mesa y abandonó el lugar minutos antes de la explosión.
La bomba estaba diseñada para convertir fragmentos en metralla letal. Esto resultó en víctimas irreconocibles y daños permanentes para muchos de los sobrevivientes.
Montoneros justificó el atentado como una respuesta a la "represión ilegal" de la dictadura militar. Sin embargo, el impacto fue indiscriminado, alcanzando tanto a policías como a civiles inocentes. Este ataque demostró su capacidad de planificación, pero también dejó en evidencia la brutalidad y el altísimo costo humano de sus acciones.
A pesar de la magnitud del atentado, nunca se investigó judicialmente. La Corte Suprema declaró que el caso había prescripto, lo que impidió que fuera considerado un delito de lesa humanidad.
Esta falta de justicia prolonga el olvido de las víctimas y deja un vacío en la memoria colectiva. Sin embargo, un reciente fallo de la Cámara Federal porteña abre una puerta para reparar, aunque sea en parte, la deuda histórica.
La masacre del comedor sigue siendo un símbolo de las heridas abiertas de los años más oscuros de Argentina. Este ataque no solo expone la violencia de la época, sino también la deuda pendiente de justicia para las víctimas.
Hoy, el 2 de julio de 1976 se recuerda como un día que marcó la historia argentina con dolor, dejando un legado que no debe olvidarse.