El primer año del plan económico de Javier Milei llega con balances mixtos: calma cambiaria, desaceleración inflacionaria, pero también interrogantes sobre el futuro inmediato de la gestión libertaria. A un año de la implementación de políticas neoliberales, la economía argentina muestra síntomas de estabilización con una inflación en franco descenso y mercados financieros con euforia, pero el panorama aún plantea grandes incertidumbres, en especial respecto al tipo de cambio, el ajuste fiscal y la apertura comercial.
La administración de Luis Caputo en el Ministerio de Economía y Santiago Bausili en el Banco Central ha marcado la estrategia inicial con medidas drásticas. Desde el inicio, el ajuste fiscal fue el punto neurálgico, eliminando subsidios, ajustando tarifas y reduciendo el déficit primario con una combinación de reducción en obra pública y recortes en jubilaciones. Según datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), estos ajustes permitieron alcanzar un superávit primario de 13,4 billones de pesos en los primeros diez meses de gestión, la cifra más alta en más de 40 años.
Desde el comienzo, el gobierno apostó a un esquema de tipo de cambio estable, aunque el salto inicial fue significativo: una devaluación cercana al 120%. El cepo cambiario continuó siendo una herramienta clave para controlar la entrada y salida de divisas. Sin embargo, el modelo de ancla cambiaria con una actualización mensual de sólo un 2% por debajo de la inflación despertó críticas, especialmente desde sectores industriales que advierten posibles efectos negativos a largo plazo.
A esto se le sumaron medidas como el "dólar blend", con el objetivo de estabilizar las reservas y controlar el dólar paralelo. Sin embargo, la sostenibilidad de estas políticas aún es una incógnita, ya que, aunque las reservas se incrementaron con la Ley de Bases y el exitoso blanqueo de capitales, los objetivos del FMI continúan siendo una meta difícil de alcanzar. Según la consultora LCG, las reservas netas apenas alcanzan los USD -5.159 millones, una cifra aún distante de los USD 9.700 millones previstos para fines de este año.
El índice de precios al consumidor (IPC) refleja el mayor logro del plan económico en el primer año: la desaceleración inflacionaria. Luego de alcanzar cifras de hasta el 25% mensual post devaluación, la inflación comenzó a reducirse hasta niveles de 3% mensual en octubre, con perspectivas de mantener esa tendencia en el corto plazo, según proyecciones de consultoras como EcoGo.
Sin embargo, el escenario no es uniforme: mientras los precios de los bienes transables mostraron una desaceleración cercana al 20%, los servicios y las tarifas tuvieron aumentos superiores, lo que generó incertidumbre en el mercado interno. A nivel de actividad, el panorama es heterogéneo. Aunque en julio y agosto se experimentaron repuntes económicos (+2,7% y +0,9%), septiembre mostró un leve retroceso (-0,3%), revelando que la recuperación es aún frágil y selectiva.
La Ley de Bases y su implementación a través del blanqueo de capitales significaron un impulso significativo para el sistema financiero, sumando más de USD 20.000 millones al mercado. Esto logró estabilizar las reservas y generar un entorno de menor incertidumbre para los inversores. Sin embargo, persiste la pregunta sobre qué medidas tomará el gobierno para sostener estas ventajas a largo plazo y cómo se abordará la brecha cambiaria en el próximo ciclo económico.
De cara al próximo año, la administración libertaria enfrenta varios desafíos críticos: la sostenibilidad de la estabilidad cambiaria, el reajuste fiscal ante un panorama con menor presión impositiva, el fortalecimiento de reservas para enfrentar desequilibrios externos y la mejora sostenida de los salarios y el consumo. A nivel externo, analistas de EcoGo proyectan que Argentina pasaría de un superávit de 0,3% del PBI a un déficit del 0,7% debido a factores como la importación de servicios y el pago de deuda externa.
Otro punto clave es el debate sobre el futuro del cepo cambiario. Aunque el Gobierno apunta a una salida gradual, condicionada por el diálogo con el FMI, la volatilidad y el escenario electoral pondrán a prueba su plan. En ese sentido, analistas consideran que el ajuste no será inmediato, ya que la baja inflación y el equilibrio fiscal siguen siendo las prioridades para Milei.
Además, la prometida baja de impuestos aún está en la mira. Se estima que el impuesto PAIS y los derechos de exportación serán los primeros en ser recortados, pero la estrategia dependerá de cómo el Gobierno pueda equilibrar ingresos fiscales con la necesidad de mantener estabilidad económica en el contexto de elecciones en 2025.
El primer año del plan económico de Javier Milei mostró resultados positivos en el frente inflacionario y financiero, gracias al ajuste fiscal y el control cambiario. Sin embargo, persisten importantes interrogantes, como la salida del cepo, el reequilibrio de las reservas y la recuperación sostenible de la actividad económica.
Con un panorama electoral en el horizonte y varios frentes económicos por afrontar, el próximo año será clave para determinar si el plan libertario logra consolidarse o si los desafíos externos e internos podrían frenar la tendencia de estabilización que el Gobierno busca sostener.