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En el último #DomingodeDatos hablamos de la tormenta después del huracán. Con lo sorpresivos y disruptivos que fueron los resultados de ayer es muy difícil decir que la política argentina acaba de ser arrasada por un huracán. Ya nada está en su lugar original, todas las posiciones relativas han cambiado. Quizás no era el huracán que todos esperaban, pero fue un huracán, sin dudas.
Enamorarse de una sola teoría que explique el voto es como tener un taller de muebles y decidir usar la misma herramienta para todas las cosas. Tarde o temprano los muebles van a empezar a salir deformes, disfuncionales y completamente inútiles. Lo mismo sucede con los análisis electorales. El voto económico fue el gran ordenador del resultado electoral de las PASO, pero eso cambió por completo el día de ayer. El “voto miedo” probó ser la herramienta movilizadora que el peronismo necesitaba para remontar.
Sobre los méritos del peronismo vamos a hablar enseguida, pero es necesario decir antes que tuvo una ayuda no menor por parte de Javier Milei, que luego de las PASO atravesó una muy breve fase de baglinización, intentando mostrarse moderado, abierto y presidencial. Fue durante esos días donde más cerca estuvo de ganar en primera vuelta. Pero esa orientación fue abandonada rápidamente. Volvió de forma abrupta y agresiva a sus hits de siempre: dolarización, fantasías hiper-liberales, privatizaciones, estado al mínimo y ajuste despiadado. Todo acompañado por un coro de voceros que llegaron incluso a proponer que los hombres puedan abandonar a sus hijos y que había que romper relaciones con el Papa argentino, que ostenta la mejor imagen positiva del país junto a Lionel Messi.
La deriva discursiva de los libertarios ayudó a potenciar el miedo, y cimentó un techo de hormigón sobre la cabeza de Javier Milei. El libertario pasó de ser la persona más votada en las PASO a ser el candidato que menos creció en la elección general. Un caso inédito de frustración electoral nunca antes visto en la historia democrática argentina.
Juntos por el Cambio tuvo que atravesar su propio huracán, posiblemente uno fatal cuyas heridas recién van a aparecer en estas horas. De pasar a tener un presidente ya casi electo a ser la tercera fuerza por lejos hay un largo camino de errores, derroteros y miserias que destruyó por completo la potencia electoral de lo que supo ser una autentica máquina de ganar elecciones. La paradoja en JxC es total: tuvieron excelentes resultados en muchas provincias, pero están al borde de implosionar a nivel nacional.
En las próximas semanas, el jardín arrasado de JxC se transformará en una feria americana a cielo abierto. El peronismo y el liberalismo se subastarán las piezas que queden en pie. Se ha dicho miles de veces: la Argentina es un cementerio de terceras fuerzas. Hoy, la tercera fuerza es Juntos por el Cambio.
El peronismo dió, como pocas veces en su historia, una auténtica lección de profesionalismo en campaña electoral. Tuvieron el discurso justo, promovido quirúrgicamente en los lugares donde podía dar mejores resultados. Parieron una movilización electoral inédita en PBA, donde llegaron a recuperar municipios que estaban en mano de JxC. Y anoche logró terminar con el déficit que lo había llevado a una situación casi de coma farmacológico: el peronismo tiene ahora un nuevo conductor, una nueva figura capaz de centralizar las decisiones y ordenar las discusiones internas. Cualquiera que sepa un poquito de historia argentina puede hablar sin problemas sobre cuál es la potencia del peronismo cuando sus liderazgos están definidos.
Sergio Massa dió una prueba digna de estudio sobre cómo se construye una victoria sorpresiva. Anoche en su discurso además inauguró una nueva etapa en la discusión política argentina. Creer que en esta nueva etapa el clivaje kirchnerismo/antikirchnerismo tendrá sobrevida puede ser un error fatal, especialmente en el ballotage y especialmente para Javier Milei.
La profunda capacidad de mutación del peronismo está pariendo una nueva identidad política. Medir eso y reaccionar en consecuencia va a ser fundamental para la oposición. A juzgar por las primeras reacciones de ayer, no pareciera ser lo que está sucediendo.
Se vienen largas semanas de ebullición política, estas son, a nuestro parecer, algunas incógnitas que se abren:
¿Podrá el peronismo mantener una posición dominante sin sobre reaccionar ni vender triunfalismo prematuro? Sergio Massa necesita mantener vivo y latente el voto miedo, cualquier cosa que diluya eso puede ser fatal.
¿Podrá Javier Milei recomponer su posición y volver a mostrarse presidencial? El candidato liberal va a necesitar liberarse de todos sus fetiches y obsesiones: chau a la dolarización, basta de discursos negacionistas, silenciar a sus voceros satélites con un verticalismo brutal y desmedido. Todo eso es condición necesaria, con pactar anti kirchnerismo ya no alcanza.
¿Qué será de Juntos por el Cambio? La unidad será lo primero que se pondrá en discusión. El desbande puede ser agresivo y muy acelerado.
En América Latina las segundas vueltas son siempre muy competitivas y extremadamente polarizantes. Un concurso de talentos donde se miden las capacidades e impresiones personales que puede desgastar muy rápidamente a figuras entrenadas y capacitadas. Ningún candidato debería subestimar lo que se viene.
Para el final, nos quedamos con la idea, en este 40 aniversario del regreso la democracia en el país, de los reflejos democráticos de la sociedad argentina expresados en la contienda electoral. Reflejos que al menos dejaron dos grandes certezas.
Por un lado, aportaron una breve pausa en la crisis económica y por el otro, ordenaron a la política y dieron una señal muy potente: Hay que buscar coincidencias. Hay que tratar de generar consensos. Todo un desafío para una dirigencia acostumbrada mas a las peleas y poco afecta a ponerse de acuerdo con ejes a largo plazo.