Rechazo y discriminación: el caso de un niño autista en un centro de rehabilitación de City Bell

Una familia denuncia al centro Sukha por negarse a atender a su hijo autista debido a su fobia a la higiene. El caso expone la falta de sensibilidad y formación sobre el espectro autista en espacios que deberían promover la inclusión y el cuidado

30-06-2025 - Por Crítica Argentina

El 25 de junio de 2025, una familia de la ciudad de La Plata hizo pública una denuncia contra el centro de rehabilitación Sukha, ubicado en la localidad de City Bell, por un acto que consideran profundamente discriminatorio hacia su hijo de nueve años, diagnosticado dentro del espectro autista. La acusación se centra en el rechazo del centro a brindar siquiera una instancia de evaluación al niño debido a su condición particular: una fobia a la higiene corporal, manifestación posible dentro de ciertos cuadros del espectro.

Según explican sus padres, el niño atraviesa serias dificultades con las rutinas de baño, por lo que su higiene se realiza, siguiendo orientación profesional, mediante el uso de toallas húmedas. Esta situación fue comunicada con anticipación al personal del centro Sukha, quienes, lejos de mostrar comprensión o brindar alternativas de abordaje, establecieron como condición excluyente que el niño llegara "bañado y cambiado". La negativa se sostuvo incluso después de que el menor sufriera un ataque de pánico frente al intento de forzarlo a cumplir esa exigencia.

El núcleo del reclamo no radica únicamente en la falta de atención, sino en lo que la familia describe como un acto de deshumanización: la ausencia total de sensibilidad por parte del equipo del centro ante una conducta que no es caprichosa ni excepcional, sino una expresión legítima del autismo. "Sabemos, como padres, que un niño con TEA necesita tiempo para incorporar cambios. No se puede exigir una adaptación inmediata a una rutina nueva sin consecuencias emocionales graves", expresaron.

Lo que debería haber sido un espacio de contención y cuidado profesional se convirtió, según relatan, en una experiencia de exclusión basada en prejuicios. Más grave aún, cuando la familia intentó reclamar, recibió una respuesta negacionista por parte de los responsables del centro, quienes rechazaron haber dicho lo que horas antes habían afirmado con firmeza.

La situación plantea una reflexión urgente sobre el grado de preparación de muchos espacios que se presentan como centros de rehabilitación o tratamiento para personas con discapacidades. ¿Qué formación específica poseen sus equipos sobre el trastorno del espectro autista? ¿Cómo responden frente a las conductas no normativas que pueden surgir? ¿Están realmente preparados para trabajar desde la empatía, la adaptación y el respeto por las particularidades de cada paciente?

Lo ocurrido en Sukha, si bien doloroso para la familia, no es un hecho aislado. Numerosos casos en todo el país evidencian las fallas estructurales en los dispositivos de salud mental y rehabilitación, donde la lógica de la comodidad institucional muchas veces prevalece sobre el derecho de los pacientes.

Rechazar a un niño por una manifestación directa de su condición no solo es injusto: es profundamente discriminatorio. Exige una respuesta no solo del centro implicado, sino de los organismos que deben velar por el cumplimiento de políticas de inclusión.

Como expresaron los padres del niño, "no podemos quedarnos callados frente a semejante acto de deshumanización". Su pronunciamiento busca, además, dar visibilidad a un problema mayor: la exclusión sistemática que sufren los niños autistas en espacios donde, paradójicamente, deberían ser comprendidos y acompañados.

Este caso interpela a los profesionales de la salud, a las instituciones y también a la sociedad en su conjunto. Porque la inclusión no es un eslogan: es una responsabilidad ética.