Hay algo del ejercicio “Tridente” que no se dijo de entrada y que cambia cómo se entiende todo lo que pasó en la Base Naval Mar del Plata. Pero antes de revelar ese punto clave, repasemos qué se hizo, por qué se hizo y qué buscaba realmente cada fuerza.
Durante tres semanas, entre el 25 de octubre y el 14 de noviembre, la Armada Argentina y los Navy SEALs de Estados Unidos trabajaron codo a codo en un entrenamiento que volvió después de más de dos décadas. Y aunque pueda sonar a un simple “intercambio militar”, lo cierto es que Tridente apuntó a algo mucho más concreto: mejorar cómo se protege el mar argentino y cómo se responde ante situaciones de alta complejidad.

El ejercicio reunió a la Agrupación Buzos Tácticos (APBT) y a los SEALs en un programa intensivo pensado para pulir habilidades, unificar criterios y fortalecer la interoperabilidad. En criollo: entrenar para que, si alguna vez hay que actuar juntos, no haya margen de error.
Las actividades se hicieron en distintos sectores de la base, cada uno enfocado en una parte clave del adiestramiento: el polígono de tiro, las instalaciones de la APBT, la Escuela de Submarinos y los buques de la División Patrullado Marítimo. En cada espacio se practicaron técnicas distintas, todas con un objetivo común: que las dos fuerzas puedan trabajar como si fueran una sola.
Durante las jornadas se realizaron abordajes, recorridos dentro de buques, desplazamientos tácticos y procedimientos de recuperación. Todo esto sirve para situaciones donde cada segundo importa, como operativos en barcos, rescates o acciones contra amenazas en el mar. La idea fue ajustar movimientos, afinar protocolos y poner a prueba la coordinación en escenarios exigentes.
La parte final del ejercicio se hizo a bordo de una unidad naval que simuló ser un buque mercante. Fue el momento de unir todo lo visto en las semanas previas: planificación, ejecución y adaptación en tiempo real. Esa fase permitió medir qué funcionó, qué había que ajustar y cómo reaccionaban ambos equipos frente a situaciones complejas.
El cierre oficial lo encabezó el Comandante de Fuerzas de Operaciones Navales Especiales de la Armada Argentina, Capitán de Navío Nicolás Waldo Pérez, junto al Jefe de la Oficina de Cooperación Militar de la Embajada de Estados Unidos en Argentina, Capitán de Fragata Stephen Rittermann. Hubo palabras formales y el tradicional intercambio de gallardetes, un gesto simbólico que marca cooperación y respeto entre fuerzas.
Y acá aparece ese dato que cambia la lectura del ejercicio: según destacó el Ministerio de Defensa en su cuenta oficial, pasaron 24 años desde la última vez que la APBT entrenó con los Navy SEALs. No fue un ejercicio más. Fue un regreso. Y ese regreso marca una línea: modernización, apertura y un intento claro de llevar las capacidades nacionales a un estándar más alto.
Tridente no fue solo entrenamiento. Fue el reinicio de una relación operativa clave para el control y la defensa del mar argentino, especialmente dentro de la Zona Económica Exclusiva.