La tensión entre el presidente de Brasil, Lula da Silva, y el Departamento de Estado de Estados Unidos sigue en aumento por su postura respecto al conflicto en Venezuela. En los próximos días, el presidente estadounidense Joe Biden intentará reanudar las conversaciones telefónicas con Lula para discutir la posición de Brasil sobre la situación en Venezuela.
Este sería el segundo intento de diálogo entre los líderes, tras una llamada previa el 30 de julio que no resultó en avances significativos sobre la crisis venezolana. La situación sigue bloqueada entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición liderada por María Corina Machado, quien reclama la victoria en las elecciones.
La tensión se intensificó el pasado viernes, cuando Brasil decidió no firmar un comunicado conjunto emitido por Estados Unidos y otros diez países latinoamericanos, incluidos Argentina y Chile, que condenaba la decisión del Tribunal Supremo de Venezuela de confirmar la victoria de Maduro.
En ese fallo, Caryslia Rodríguez, representante del Tribunal Supremo venezolano, mencionó al Tribunal Superior Electoral de Brasil y su rol en las elecciones presidenciales de 2022, comparando la situación con las disputas en Venezuela. Esta referencia podría haber influido en la decisión de Brasil de no apoyar el comunicado, ya que aún existen sospechas sobre un posible fraude electoral a favor del actual presidente brasileño.
La postura de Lula parece alinearse con el régimen chavista. Mientras evita reconocer la victoria de Edmundo González Urrutia y continúa dialogando con Maduro, el líder del PT endurece sus políticas migratorias hacia los inmigrantes venezolanos, alineándose con las demandas del chavismo de que otros países frenen el éxodo de sus ciudadanos.
Brasil ha intensificado su control en la frontera con Venezuela, en un contexto donde la ONU destaca la vulnerabilidad de los migrantes venezolanos, que enfrentan riesgos de tráfico de personas y crimen organizado.
En el plano de la integración regional, la crisis venezolana ha expuesto el fracaso de los esfuerzos de Lula por revitalizar los bloques latinoamericanos. Iniciativas como el “Consenso de Brasilia” y la reactivación de la UNASUR han quedado paralizadas, reflejando la dificultad de avanzar en la integración regional en un contexto de crisis política y económica.
A medida que las relaciones con los países democráticos de la región se enfrían, Lula parece acercarse más a China. Tras su regreso al poder y su visita a Xi Jinping, China ha incrementado su influencia en Brasil, controlando recursos estratégicos y expandiéndose en sectores clave como la energía y las telecomunicaciones.
Esta alianza podría tener importantes implicaciones para la soberanía económica y política de Brasil en el futuro. A pesar de que Lula había prometido en campaña mantener relaciones con tanto Estados Unidos como con China y Rusia, hasta ahora ha demostrado un claro alineamiento con las potencias orientales.
La negativa de Brasil a alinearse con las posiciones democráticas sobre la crisis venezolana y su acercamiento a China reflejan un cambio en la política exterior brasileña, con posibles consecuencias significativas para la región y el país. Este giro ha generado descontento no solo en la administración de Biden, sino en toda la política estadounidense.