Independencia, patria y locro en un mismo plato

El 9 de julio no es solo una fecha para colgar la escarapela y disfrutar del feriado: es el recordatorio de una decisión histórica que marcó el rumbo del país. Entre anécdotas, empanadas y un poco de humor, una mirada cercana sobre el significado profundo de este día para nuestra identidad colectiva.

09-07-2025 - Por Crítica Argentina

A 209 años de la firma del Acta de la Independencia

Cada vez que se acerca el 9 de julio, automáticamente nos invade el aroma a empanadas, locro y ese olorcito a patria que no sabemos muy bien de dónde viene, pero que te activa el chip argento. Es como una mezcla entre orgullo nacional y ansiedad por saber si va a llover justo cuando uno pensaba ir a ver el desfile. Spoiler: probablemente sí.

Pero más allá del feriado, el descanso y el “¿che, hay algo abierto hoy?”, esta fecha no es cualquier cosa. El 9 de julio de 1816 un grupo de tipos con bombín y peluca (no literalmente, pero vos entendésse juntó en una casa en San Miguel de Tucumán y dijeron algo así como: "Che, basta, no queremos ser más colonia de nadie, somos libres." Y firmaron el Acta de la Independencia. Así, sin memes ni reels, pero con pluma y tintero.

Ese día fue el plot twist que necesitábamos después de varios años de quilombo post-Revolución de Mayo. Porque si el 25 de mayo de 1810 fue como el tráiler de lo que se venía, el 9 de julio fue el capítulo importante. Se terminó el piloto y arrancó la serie posta. Romper con la monarquía española no fue solamente cambiar de bandera o sacarse al rey de encima; fue decir: “acá decidimos nosotros, aunque nos cueste, aunque discutamos, aunque nos salga mal… pero nuestros errores, nuestras decisiones”.

Ahora bien, no vamos a romantizar todo. Después de la declaración vinieron internas, idas y vueltas, guerras internas, traiciones, caudillos que parecían salidos de una telenovela y momentos que nos hicieron pensar si la independencia no venía con manual de instrucciones. Pero, como buenos argentinos, sobrevivimos.

Y ojo, que no es menor lo que pasó ese día. En un mundo donde muchas colonias tardaron siglos en sacarse de encima a sus imperios, los muchachos del Congreso de Tucumán se animaron. Les temblaba el pulso (y probablemente no sólo por la pluma), pero firmaron igual.

Hoy, más de dos siglos después, todavía estamos construyendo esa idea de independencia. Porque la libertad no es sólo política. Es económica, cultural, social. Y es también la posibilidad de elegir qué país queremos ser. ¿Uno que se acuerda de su historia sólo cuando hay feriado? ¿O uno que aprende de su pasado para no repetir los mismos errores como si fueran un meme reciclado de Twitter?

Así que sí, celebremos. Comamos locro, bailemos una zamba aunque no sepamos dar una vuelta entera sin pisarnos, y cantemos el himno con emoción, aunque desafinemos. Pero también aprovechemos para reflexionar, para preguntarnos qué estamos haciendo hoy por ese país que tanto costó parir.

Porque la patria, como el mate o el fernet, se hace entre todos. Y aunque no siempre estemos de acuerdo en todo, al menos sepamos que la independencia no fue solo un día de 1816: es una idea que hay que defender todos los días, incluso cuando no hay feriado.

¡Viva la patria!