Javier Milei cumplió su primer año como presidente con un panorama político y social marcado por la controversia, el ajuste económico y una reconfiguración sin precedentes en el escenario partidario. Con el objetivo de romper con las viejas estructuras políticas y establecer el orden económico como bandera, el libertario logró consolidar su posición en un contexto de tensiones, ajuste fiscal y cambios en el debate público.
Desde el inicio de su mandato, la impronta de Milei como presidente outsider fue clara. Con un discurso basado en la libertad individual, el ajuste fiscal y el orden institucional, su gestión tiene logros importantes, aunque también enfrenta críticas por la lenta mejora de las condiciones sociales y microeconómicas.
Analistas políticos como Facundo Nejamkis, Federico Aurelio y Lucas Romero coincidieron en señalar que el primer año de gobierno de Milei está marcado por una dinámica de confrontación con las estructuras tradicionales. Esta estrategia lo posicionó como el nuevo eje central de la política argentina, desplazando el tradicional enfrentamiento kirchnerismo-antikirchnerismo y generando tensiones con sectores de la oposición.
Según Nejamkis, la estabilidad en los niveles de apoyo social a Milei es un dato clave. "Milei termina su primer año con los mismos niveles de respaldo que obtuvo en el balotaje, a pesar del ajuste, la recesión y el impacto en el tejido social", explicó. Esto se debe, principalmente, al cumplimiento de su promesa electoral: un gobierno que dice lo que hará y lo lleva adelante, explicaron los analistas.
El concepto central de su gestión es el orden, entendido en términos económicos, institucionales y sociales. En este sentido, se destacan medidas como el control fiscal, el descenso de la inflación, la estabilización del tipo de cambio y el fortalecimiento de la autoridad presidencial como pilares de su gestión.
La estabilización macroeconómica ha sido uno de los logros más visibles de la administración Milei. El orden en las variables económicas, con una inflación en descenso y un tipo de cambio relativamente estable, representó una señal positiva para los mercados, aunque no alcanzó para resolver las asimetrías microeconómicas que afectan a los sectores más vulnerables.
Lucas Romero de Synopsis resaltó que el orden macroeconómico no se tradujo aún en una mejora en el poder adquisitivo de los argentinos: "Aún persisten los déficits en el consumo, la estabilidad laboral y el salario real. La economía aún es un desafío en la vida cotidiana para una porción importante de la población."
En este panorama, el gobierno libertario adoptó medidas como el DNU 70/2023 y la Ley Bases para fortalecer su agenda económica, obteniendo una gobernabilidad atípica, basada en el consenso con sectores clave del Congreso y el respaldo de actores institucionales que no bloquearon su plan económico.
El impacto de la gestión de Javier Milei generó un nuevo mapa político con claros ganadores y perdedores. Entre los más beneficiados, se encuentran su núcleo político más cercano y algunos gobernadores que han sobresalido en sus provincias, como Maximiliano Pullaro en Santa Fe, quien lideró una efectiva lucha contra el narcotráfico, y Martín Llaryora en Córdoba, quien ha mostrado una gestión sólida en sus desafíos locales.
Por otro lado, el principal perdedor es Juntos por el Cambio, una coalición fragmentada y debilitada que perdió protagonismo en el nuevo escenario político. Según analistas como Nejamkis y Aurelio, el PRO y otros sectores de la oposición enfrentan dificultades para reorganizarse, mientras que el peronismo, aunque debilitado, aún mantiene su base de apoyo y su capacidad para rearticular su liderazgo con figuras como Cristina Kirchner, quien busca reposicionarse en el liderazgo del partido a partir de un contexto de crisis.
El primer año de Milei también estuvo marcado por tensiones sociales. Aunque el ajuste fiscal fue clave para estabilizar variables económicas, el desempleo y la pérdida de poder adquisitivo siguen siendo temas pendientes. En este sentido, el gobierno libertario enfrenta el desafío de equilibrar sus políticas de ajuste con la necesidad de reconstruir expectativas en sectores vulnerables.
Además, el debate en torno a sectores sensibles como las universidades y las jubilaciones continúa siendo una fuente de tensión. Sin embargo, el gobierno logró neutralizar gran parte de la oposición utilizando su capacidad de establecer una agenda política propia y aplicar medidas para evitar crisis en estos sectores.
La estrategia de Milei también generó una polarización social y política que aún es difícil de revertir. Su elección de confrontar a figuras emblemáticas del peronismo, especialmente a Cristina Kirchner, fue una estrategia para consolidar su liderazgo pero también aumentó las tensiones internas y externas. Para los analistas, el futuro político de Argentina dependerá de cómo la oposición logre recomponerse ante este escenario polarizado.
Con un escenario fragmentado y una dinámica de gobierno que evita el uso tradicional de consensos, la oposición tendrá que enfrentar un dilema: reconstruir su estrategia para enfrentar la consolidación del oficialismo libertario o seguir fragmentándose en el proceso.
El primer año de gobierno de Javier Milei fue sin dudas disruptivo. Logros en el orden macroeconómico, ajustes fiscales, estabilidad cambiaria y reducción de la inflación se enfrentan con un panorama social marcado por el desempleo, el ajuste y la incertidumbre sobre el futuro inmediato. Aunque Milei logró capitalizar su estilo outsider para desorganizar las viejas lógicas políticas, aún enfrenta el desafío de llevar ese orden macroeconómico a la vida cotidiana de los argentinos.
El panorama a futuro plantea incertidumbres: el sostenimiento de su modelo económico, el cumplimiento de sus promesas de cambio estructural y su capacidad de mantener la gobernabilidad en un contexto de crisis social y resistencia opositora. Sin dudas, el primer año de Milei como presidente fue apenas el comienzo de un proceso político que continuará reconfigurando el tablero argentino.