Imaginá un túnel de 7,2 kilómetros bajo Buenos Aires, lleno de promesas y millones enterrados… y ahora completamente cerrado. Esa es la realidad del Soterramiento del Sarmiento, un proyecto que empezó en 2008 y que hoy solo deja preguntas sobre derroche y inoperancia estatal.
El cierre definitivo llegó de la mano del gobierno de Javier Milei, que decidió sellar para siempre lo que quedó del túnel. La administración argumenta que la obra nunca cumplió su objetivo y que retomar el proyecto sería un gasto innecesario. Pero, ¿cómo llegamos hasta acá después de tantos anuncios y cambios de gestión?
El proyecto comenzó bajo la presidencia de CFK, con la promesa de modernizar el tren Sarmiento desde Caballito hasta Moreno, un total de 32,6 kilómetros. La primera etapa preveía 9,2 km, con una inversión estimada de 1000 millones de dólares. Sin embargo, solo se construyeron 7,2 km antes de que las obras se paralizaran en Villa Luro. Durante años, el proyecto fue bandera política, pero nunca tuvo un financiamiento sostenido.
Según datos oficiales, se gastaron 420 millones de dólares en la obra antes de su paralización. La tuneladora “Argentina”, de 125 metros y cientos de toneladas de acero, quedó enterrada a 20 metros de profundidad, inutilizada. Con el cierre, se construirán muros en ambos extremos, dejando sepultados materiales y recursos que nunca volverán a los contribuyentes.
El soterramiento del Sarmiento estuvo rodeado de sospechas de corrupción, especialmente vinculadas a la constructora Odebrecht. Mientras en otros países hubo condenas, en Argentina la causa quedó estancada. Tres gobiernos kirchneristas y parte de la gestión de Mauricio Macri fueron incapaces de darle un destino funcional a la obra.
Durante casi veinte años, la traza del Sarmiento bloqueó alternativas de transporte y obras urbanas. Viaductos o pasos bajo nivel que podrían haber reducido riesgos en los cruces ferroviarios nunca se hicieron. En muchos barrios de la Ciudad de Buenos Aires, calles cortadas y terrenos ocupados partieron comunidades en dos.
Las empresas responsables, Sacde y Ghella, rescindieron el contrato con el gobierno. La administración de Javier Milei apuesta ahora a liberar la traza para permitir soluciones más económicas y viables para la Ciudad y municipios bonaerenses. No hay planes de retomar el proyecto, que se convirtió en un símbolo de inoperancia y mala administración.
Lo que debía ser un proyecto emblemático del Bicentenario terminó como un testimonio de pérdida de recursos y oportunidades. Millones de dólares, maquinaria de última generación y la chance de modernizar el transporte ferroviario quedaron sepultados a 20 metros de profundidad.
El Soterramiento del Sarmiento hoy es más que un túnel: es una historia de promesas incumplidas y un recordatorio de que la inoperancia estatal puede costar caro. Pero la pregunta que muchos se hacen sigue abierta: ¿qué aprendimos de este fracaso y cómo se evitará repetirlo en el futuro?