¿Sabés qué pasó en Buenos Aires en 1960 con Adolf Eichmann? Un hombre que parecía vivir tranquilo en un barrio común fue en realidad uno de los criminales nazis más buscados por la justicia mundial. Pero, ¿cómo llegó hasta acá y qué hizo que Israel lo atrapara en plena ciudad?
La historia de Adolf Eichmann en Buenos Aires es la de un "cazador cazado" que vivió años con identidad falsa, hasta que el Mossad, el servicio secreto de Israel, lo secuestró para llevarlo a juicio. Esto no solo cambió la forma de hacer justicia internacional, sino que también sacudió la política y la historia argentina.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Argentina se transformó en refugio para varios criminales nazis. Entre 200 y 300 de ellos llegaron con documentos falsos o con ayuda de redes clandestinas. Eichmann, conocido como uno de los cerebros de la Solución Final, la maquinaria nazi que llevó al genocidio de millones de judíos, logró instalarse con la identidad de Ricardo Klement, trabajando en una fábrica y llevando una vida aparentemente normal en San Fernando.
Pero su pasado no lo abandonó. Fue una familia local, con vínculos personales y valentía, la que ayudó a descubrirlo. La información llegó a Israel, y allí comenzó una operación secreta para atraparlo. En 1960, agentes del Mossad lo secuestraron en la calle Garibaldi, en un operativo que parecía sacado de una película de espionaje.
El secuestro causó un escándalo diplomático. Argentina protestó ante las Naciones Unidas por la violación de su soberanía, mientras que Israel defendió la acción como un acto de justicia indispensable para que Eichmann enfrentara sus crímenes. La polémica quedó abierta, pero el foco estaba en la captura del “cazador cazado”.
Eichmann fue llevado a Israel, donde en 1961 comenzó un juicio histórico, transmitido por televisión y que mostró al mundo la cara del mal burocrático. Su defensa: que solo obedecía órdenes. Pero para muchos, ese juicio evidenció la “banalidad del mal”: la idea de que personas comunes pueden ser responsables de atrocidades por seguir instrucciones sin cuestionarlas.
Finalmente, fue condenado a muerte y ejecutado en 1962. Su captura y juicio marcaron un antes y un después para la memoria del Holocausto y la justicia internacional. Además, puso en evidencia el rol ambiguo que tuvo Buenos Aires como refugio de criminales nazis.
Hoy, esta historia sigue vigente para recordar que ningún crimen queda impune y que la búsqueda de justicia puede llegar hasta donde sea necesario, incluso cruzando océanos y fronteras.