A medida que se acercan las elecciones en Argentina, se genera una gran incertidumbre entre los votantes. Con una oferta política más amplia que nunca antes, aproximadamente 35 millones de electores tendrán la difícil tarea de decidir qué opción les agrada más o rechazan menos. La variedad de candidatos es el doble que en las elecciones de 2019, lo que refleja el creciente descontento con la política y el surgimiento de nuevos actores en la escena electoral.
Los argentinos no pueden quejarse, ya que hay propuestas para todos los gustos y con la participación de varios actores que nunca antes se habían postulado para la presidencia. Aunque en la política nacional no es común que alguien se presente nuevamente después de no haber logrado el éxito en su primer intento, hay una excepción relevante en esta ocasión: Sergio Massa.
La mayoría de los principales candidatos provienen del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), lo que confirma una tendencia de relegar al interior del país en los últimos años. La última vez que un candidato relevante del país federal tuvo protagonismo fue en 2011 con Binner.
De las cuatro fuerzas principales (Unión del Pueblo, Juntos, Libertad Avanza y Hacemos), se registraron seis candidatos presidenciales. De esos seis, cinco tienen origen peronista: Bullrich, Larreta, Massa, Grabois y Schiaretti. Parece que la frase "todos son peronistas" de Perón tiene cierta validez.
Se presentaron tres precandidatas presidenciales mujeres, al igual que en 2011 y 2015. En 2019 solo hubo una precandidata, que no llegó a la instancia final. En esta ocasión, teóricamente, una de las tres es muy competitiva.
Históricamente, siempre hay algún candidato peronista no kirchnerista en la contienda electoral. En 2011 fueron Duhalde y Rodríguez Saá, en 2015 Massa (con De la Sota) y otro Saá, en 2019 Lavagna y ahora Schiaretti.
La política argentina no está acostumbrada a los outsiders, y mucho menos a que sean competitivos. Aunque el caso de Milei requiere un análisis aparte, la mayoría de los candidatos tienen trayectoria política y experiencia en su haber.
Con estos factores en juego, se podría decir que tener una trayectoria política, pertenecer a una de las grandes coaliciones, tener raíces peronistas y ser de la metrópolis aumenta las probabilidades de llegar a la presidencia.
Sin embargo, el futuro nunca está escrito y, hasta ahora, el escenario electoral se ha movido dentro de lo previsible más que de lo sorpresivo:
Los precandidatos estaban en el tablero desde hace mucho tiempo, a pesar de los cambios de último momento en el oficialismo.
El escenario muestra un deseo de cambio desde hace más de dos años debido a los resultados negativos de la gestión de Alberto Fernández. Esto contradice a quienes afirman que "en Argentina nunca se sabe qué va a pasar".
Entonces, ¿qué tipo de cambio desea la mayoría de la sociedad? ¿Un cambio profundo o moderado? Esta es una pregunta de interpretación compleja, ya que se ha hablado mucho sobre un supuesto "corrimiento hacia la derecha" del electorado. Sin embargo, si tomamos como indicador las propuestas de Milei, la mayoría de los encuestados se opone a la dolarización, el cierre del Banco Central y la privatización de las empresas estatales deficitarias.
Entonces, ¿qué significa esto? La mayoría está expresando un deseo de un cambio profundo en la situación actual, sin necesariamente adherir a soluciones ideológicamente opuestas.
Pero, ¿la sociedad no desea orden? Considerando la debilidad de la autoridad presidencial, la alta inflación y el desorden económico, la demanda de autoridad es evidente. La sociedad busca a alguien que marque autoridad y coraje. La cuestión del tipo de liderazgo no está en discusión.
Sin embargo, eso no implica una definición ideológica y no necesariamente se relaciona con el tipo de soluciones para abordar los problemas más urgentes. En resumen, la autoridad es deseada, pero se requiere una estrategia adecuada para convencer a la gente de que adhiera a las soluciones propuestas. Esa es la esencia de la política, entre otras cosas.
A medida que las candidaturas se definan y las campañas se desarrollen, se obtendrá una imagen más clara del escenario electoral y se abrirán debates que hasta ahora eran difusos.
La gobernabilidad es un punto relevante en la cultura política argentina. Según uno de los últimos estudios de opinión pública, cuando se les preguntó quién tendría más fuerza para gobernar entre un presidente de Juntos por el Cambio y Milei, el 48 % respondió a favor de la primera opción y el 25 % a favor del libertario.
En cuanto a quién podría contar con más apoyo en el Congreso, nuevamente entre ambas opciones, el 59 % eligió a un mandatario de Juntos y el 17 % al libertario.
Solo en dos elecciones presidenciales desde 1983, en 2003 y 2015, ningún candidato obtuvo una ventaja lo suficientemente amplia como para hacer una apuesta segura.
Esto se debe a que la mayoría no desea otorgar una señal inequívoca de antemano, para que los competidores se esfuercen por generar la confianza necesaria. En el año 2023, nos enfrentamos a la tercera gran incertidumbre en los últimos 40 años, y esto ocurre cada vez con mayor frecuencia.