Lucha interna del radicalismo bonaerense: ¿Un recurso judicial o una cuestión de legitimidad?
El picante interno del radicalismo bonaerense continúa en un laberinto judicial. Tras la elección del pasado 6 de octubre, la oposición, que postuló al diputado provincial Pablo Domenichini para presidir el Comité Provincia de la UCR, ha solicitado la nulidad de la decisión de la Junta Electoral, que consagró a Miguel Fernández como sucesor de Maximiliano Abad. Esta situación no es simplemente un desacuerdo sobre los resultados; es un claro reflejo de las fracturas internas y la desconfianza que permea al partido.
La presentación fue formalizada ante el Juzgado Federal N°1 por Alejo Ramos Padilla, quien ahora tiene la difícil tarea de desentrañar la acusación de parcialidad en el tratamiento de las impugnaciones. Los números, que indican una diferencia de más de 2 mil votos a favor del oficialismo, no han logrado calmar los ánimos en un partido que históricamente se ha caracterizado por sus debates acalorados y su falta de unidad.
Mientras tanto, los líderes de ambos bandos están a la espera de la resolución de Ramos Padilla, que podría llegar en cualquier momento entre el viernes de esta semana y el lunes próximo. Sin embargo, hay algo más en juego que una simple cuestión de números: la reputación del radicalismo en Buenos Aires. Un fallo que favorezca a la oposición podría abrir la puerta a una nueva votación en distritos donde se sospechan irregularidades, algo que, aunque teóricamente posible, parece difícil de concretar.
El oficialismo, apoyado por Maximiliano Abad y Gustavo Posse, ha instalado a la oposición a aceptar el resultado, argumentando que su triunfo es inobjetable, dado que ganaron en 92 de los 135 distritos. Sin embargo, esta confianza parece más un intento de controlar la narrativa que un reflejo de una aceptación genuina del disenso interno. La solicitud de "respetar la voluntad popular" resulta como un eco de la lucha por la legitimidad en un entorno donde los radicales no pueden permitirse otro descalabro.
Por otro lado, los opositores sostienen que la victoria es suya, argumentando que la diferencia fue de más de 400 votos. Esta insistencia en el triunfo, a pesar de las evidencias en contra, no hace más que perpetuar una división que podría tener consecuencias devastadoras para la UCR en el futuro. La falta de cohesión no solo debilita al partido ante un electorado que busca alternativas sólidas, sino que también pone en riesgo su capacidad de actuación en un contexto político cada vez más adverso.
En este contexto, el papel de Alejo Ramos Padilla se vuelve crucial. No solo decidirá el destino inmediato de la UCR en Buenos Aires, sino que también sentará un precedente para cómo se resuelven las disputas internas en los partidos argentinos. ¿Podrá el radicalismo encontrar un camino hacia la reconciliación, o estamos destinados a observar cómo se desmorona otra fuerza política en un mar de disputas y rencillas? La respuesta podría marcar un hito en la política bonaerense y nacional.