El kirchnerismo estalló tras el fracaso electoral. En menos de una hora, lo que debía ser una noche de resistencia se transformó en una guerra interna a cielo abierto. Nadie esperaba que Fuerza Patria perdiera en su propio bastión: la Provincia de Buenos Aires. Pero la derrota encendió un fuego cruzado entre La Cámpora, Axel Kicillof y los intendentes del conurbano. ¿Qué pasó puertas adentro del peronismo bonaerense?
La primera en mover fue Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes y una de las caras más visibles de La Cámpora. En redes, lanzó: “El conurbano va a salvar a la Patria y Cristina tenía razón”. Una frase con dirección clara al gobernador Kicillof, que había decidido desdoblar la elección pese a las advertencias de Cristina Kirchner.

Minutos después, Florencia Carignano la acompañó con otro mensaje casi igual: “Cristina siempre tiene razón”. El kirchnerismo marcaba así su primera línea de defensa: si hubo derrota, la culpa no fue de la jefa.
En el búnker del Grand Brizo, el clima era de desconcierto. Kicillof habló con gesto duro, intentando maquillar el golpe con una frase tibia: “Los resultados son muy ajustados”. Detrás suyo, Máximo Kirchner observaba serio, sin aplaudir.
La escena fue el símbolo perfecto de la crisis del peronismo bonaerense: un gobernador solo, flanqueado por aliados que ya no confían. La remontada de La Libertad Avanza en Buenos Aires, que terminó dando vuelta la elección, dejó al kirchnerismo sin su territorio más fuerte.
Mientras el gobernador trataba de sostener el discurso, los intendentes del conurbano aprovecharon el temblor para marcar territorio. Gastón Granados (Ezeiza) fue directo: “Los dirigentes nacionales tienen que entender que los intendentes somos los que tenemos los votos”.
Reunidos en reserva, varios jefes comunales —Federico Otermín, Federico Achával, Nicolás Mantegazza— comenzaron a proyectar una nueva estructura partidaria, por fuera del eje Kicillof–La Cámpora.
El fracaso electoral de Fuerza Patria dejó al peronismo bonaerense reducido a fragmentos. La Cámpora busca despegarse, Kicillof intenta retener protagonismo y los intendentes avanzan como nueva fuerza.
Lo que antes era un movimiento con una sola voz hoy se volvió una orquesta desafinada. La pelea ya no es por el rumbo político, sino por quién se queda con lo poco que queda del poder.
Y mientras los cruces se multiplican, una pregunta flota en el aire: ¿podrá el peronismo bonaerense reconstruirse después de su peor derrota en veinte años?