El escándalo de Deniro: Mengolini y Siderakis involucrados

La fábrica de hamburguesas Deniro, ubicada en el barrio de Liniers, Buenos Aires, ha sido el centro de múltiples denuncias y clausuras por parte de la AGC.

17-02-2025 - Por Crítica Argentina

La fábrica de hamburguesas Deniro, ubicada en el barrio de Liniers, Buenos Aires, ha sido el centro de múltiples denuncias y clausuras por parte de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) y la Fiscalía N° 38 debido a diversas irregularidades en su funcionamiento. Sin embargo, a pesar de las sanciones, la empresa sigue operando ilegalmente, desobedeciendo las órdenes de las autoridades. Y en este entramado, una figura política y mediática, Julia Mengolini, aparece como socia de esta empresa a través de la sociedad Somosyunta SRL.

La periodista ultra kirchnerista Julia Mengolini se ha mostrado como defensora del medio ambiente y ha promocionado la marca Deniro en sus redes sociales. Pero, ¿cómo puede una referente ambientalista asociarse con una empresa que ya enfrentaba múltiples problemas legales?

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El escándalo estalló cuando se conocieron los vínculos de los dueños de Deniro, Esteban Siderakis y Nicolás Sánchez, con varias denuncias de fraude y estafa a franquiciados. Según se reveló, ambos empresarios vendían franquicias a precios elevados en dólares, prometiendo altos rendimientos y recuperación rápida de la inversión. Sin embargo, una vez en funcionamiento, los franquiciados se encontraron con un modelo de negocio que no cumplía las promesas y con precios más altos de lo pactado para la compra de insumos.

Las denuncias apuntan a que Siderakis y Sánchez estafaron a proveedores y franquiciados por millones, ofreciéndoles recomprar las franquicias a precios muy inferiores y, en muchos casos, incumpliendo los pagos acordados. Estas acciones no solo afectaron económicamente a los franquiciados, sino que también vulneraron derechos laborales y comerciales, lo que llevó a la Justicia a dictar condenas por daños y perjuicios.

Pero el escándalo no termina ahí. Los vecinos del barrio de Liniers también han denunciado que los dueños de Deniro se conectaban ilegalmente a los servicios de luz, agua y gas, lo que representaba un grave riesgo para la seguridad de la comunidad. A pesar de las clausuras, la planta seguía funcionando en secreto, con personal ingresando y productos siendo despachados una vez que los efectivos policiales se retiraban.

A pesar de estas graves acusaciones, Julia Mengolini no ha dado muestras de arrepentimiento, y ha intentado desmentir las denuncias asegurando que se trata de una "campaña mediática" en su contra. Sin embargo, las pruebas presentadas por la Justicia han sido contundentes, y las condenas a sus socios de Deniro siguen adelante.

Este caso deja muchas preguntas sin responder y plantea una fuerte crítica sobre la falta de control en ciertos sectores. Los vínculos entre figuras políticas y empresarios de dudosa moralidad ponen en evidencia las tensiones y contradicciones dentro del mundo empresarial y político, dejando a Mengolini en una posición incómoda, que podría afectar su imagen pública.

En conclusión, la historia de Deniro revela un entramado de irregularidades legales y comerciales que aún sigue afectando a miles de personas, dejando claro que los intereses políticos y económicos no siempre están alineados con el bienestar social.