La fábrica de hamburguesas Deniro, ubicada en el barrio de Liniers, Buenos Aires, ha sido el centro de múltiples denuncias y clausuras por parte de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) y la Fiscalía N° 38 debido a diversas irregularidades en su funcionamiento. Sin embargo, a pesar de las sanciones, la empresa sigue operando ilegalmente, desobedeciendo las órdenes de las autoridades. Y en este entramado, una figura política y mediática, Julia Mengolini, aparece como socia de esta empresa a través de la sociedad Somosyunta SRL.
La periodista ultra kirchnerista Julia Mengolini se ha mostrado como defensora del medio ambiente y ha promocionado la marca Deniro en sus redes sociales. Pero, ¿cómo puede una referente ambientalista asociarse con una empresa que ya enfrentaba múltiples problemas legales?
El escándalo estalló cuando se conocieron los vínculos de los dueños de Deniro, Esteban Siderakis y Nicolás Sánchez, con varias denuncias de fraude y estafa a franquiciados. Según se reveló, ambos empresarios vendían franquicias a precios elevados en dólares, prometiendo altos rendimientos y recuperación rápida de la inversión. Sin embargo, una vez en funcionamiento, los franquiciados se encontraron con un modelo de negocio que no cumplía las promesas y con precios más altos de lo pactado para la compra de insumos.
Las denuncias apuntan a que Siderakis y Sánchez estafaron a proveedores y franquiciados por millones, ofreciéndoles recomprar las franquicias a precios muy inferiores y, en muchos casos, incumpliendo los pagos acordados. Estas acciones no solo afectaron económicamente a los franquiciados, sino que también vulneraron derechos laborales y comerciales, lo que llevó a la Justicia a dictar condenas por daños y perjuicios.
Pero el escándalo no termina ahí. Los vecinos del barrio de Liniers también han denunciado que los dueños de Deniro se conectaban ilegalmente a los servicios de luz, agua y gas, lo que representaba un grave riesgo para la seguridad de la comunidad. A pesar de las clausuras, la planta seguía funcionando en secreto, con personal ingresando y productos siendo despachados una vez que los efectivos policiales se retiraban.
A pesar de estas graves acusaciones, Julia Mengolini no ha dado muestras de arrepentimiento, y ha intentado desmentir las denuncias asegurando que se trata de una "campaña mediática" en su contra. Sin embargo, las pruebas presentadas por la Justicia han sido contundentes, y las condenas a sus socios de Deniro siguen adelante.
Este caso deja muchas preguntas sin responder y plantea una fuerte crítica sobre la falta de control en ciertos sectores. Los vínculos entre figuras políticas y empresarios de dudosa moralidad ponen en evidencia las tensiones y contradicciones dentro del mundo empresarial y político, dejando a Mengolini en una posición incómoda, que podría afectar su imagen pública.
En conclusión, la historia de Deniro revela un entramado de irregularidades legales y comerciales que aún sigue afectando a miles de personas, dejando claro que los intereses políticos y económicos no siempre están alineados con el bienestar social.