Mientras la campaña presidencial en Ecuador entra en su etapa más intensa, un dato encendió todas las alarmas: la llegada de Mario Riorda, histórico asesor del kirchnerismo argentino, al equipo de Luisa González, la candidata apadrinada por Rafael Correa.
Pero, ¿qué hace un operador político argentino con pasado en campañas sucias y trolls digitales metiéndose en una elección extranjera? La respuesta revela una trama mucho más compleja de lo que parece.
Mario Riorda no es un desconocido en América Latina. Supo construir su fama diseñando campañas para gobiernos populistas en Argentina y Uruguay. Su especialidad: disfrazar realidades incómodas con discursos emotivos, fake news bien dirigidas y mucho manejo de redes sociales con perfiles falsos.
Ahora, ese mismo modelo se exporta a Ecuador con Luisa González, quien no solo sigue la línea de Rafael Correa, sino que además expresa públicamente su simpatía con los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela y Miguel Díaz-Canel en Cuba.
González no solo adopta ese discurso. También importa sus tácticas. Según fuentes políticas y medios regionales, parte de su equipo viajó a Caracas para recibir entrenamiento directo en comunicación electoral. El objetivo: replicar la receta chavista en Ecuador.
A Riorda lo acompaña un equipo de unos 40 consultores, muchos de ellos argentinos. Uno de los más conocidos es Daniel Ivoskus, experto en estrategia digital y mediciones, también vinculado a campañas políticas polémicas.
Estos operadores no actúan solos. Coordinan mensajes, bajadas discursivas y contenido en redes con una precisión que da que pensar. Ya no se trata de una campaña más: es una maquinaria regional de propaganda con sello K.
Para entender esta movida hay que mirar el mapa completo. El kirchnerismo, tras perder fuerza en Argentina, busca exportar su modelo comunicacional a otros países. Ecuador es una plaza clave, porque representa una posible vuelta del correísmo al poder. Y eso significa más espacio para replicar una narrativa de polarización, victimización y control del discurso público.
Luisa González no solo representa esa idea: la encarna. Y su vínculo con Riorda lo confirma.
Del otro lado está Daniel Noboa, que eligió otra estrategia: una campaña austera, con él mismo al frente. Sin grandes asesores ni shows mediáticos. En contraste con la operación de González, su postura suena más auténtica.
El trabajo de Mario Riorda ya fue denunciado en Uruguay, donde habría manejado un presupuesto de 100 mil dólares mensuales para operar redes y difundir noticias falsas. Esa experiencia ahora se pone al servicio del correísmo.
Y no es un tema menor. La presencia de operadores políticos con pasado en campañas sucias y vínculos con gobiernos autoritarios debería ser una alerta para cualquier democracia.
Lo que viene puede definir no solo el futuro del país, sino también el avance de una red internacional que busca imponer su relato por encima de los hechos.