Muchos se hicieron esa pregunta después del último acuerdo con La Libertad Avanza (LLA) en la Ciudad de Buenos Aires. Pero la respuesta no es tan simple como parece. Lo que pasó en CABA no fue solo un pacto electoral: fue una señal clara de cómo se está reconfigurando el poder dentro del PRO. Y eso impacta en todo el país.
Todo empezó en junio, cuando Mauricio Macri sorprendió a su tropa con una frase cruda: “Cierren los acuerdos con dignidad”. Algunos lo leyeron como un “sálvese quien pueda”. No era solo un consejo: era el principio del fin de un modelo de conducción.
El cierre de listas confirmó lo que muchos temían: LLA impuso sus condiciones en el distrito donde el PRO nació y gobierna desde 2007. Solo se reservaron dos lugares con chances de entrar como diputados nacionales. El resto, lo definió Karina Milei, hoy jefa real de la estrategia libertaria.
Y si nos remontamos apenas dos años atrás, la foto era otra: Jorge Macri ganaba la jefatura porteña con casi el 50% de los votos. Hoy, ese caudal se derrumbó al 16%. ¿Qué pasó en el medio? Desgaste, internas, y un electorado que ya no responde igual.
La pregunta es: ¿queda algo del PRO original? Algunos referentes históricos como Marcos Peña, Gabriela Michetti o Horacio Rodríguez Larreta se alejaron o tomaron otro rumbo. Patricia Bullrich se pasó a LLA. María Eugenia Vidal rechazó el acuerdo y quedó afuera. Y hay decenas de legisladores e intendentes que también se corrieron.
En este escenario, varios hablan de una “refundación” del PRO. Uno de ellos es Facundo Pérez Carletti, secretario general del partido, que ya avisó que después de las elecciones se viene una etapa de reordenamiento. Dijo que hay que “ver quiénes se quedan y quiénes dan un paso al costado”.
Pero mientras eso se cocina, el presente es incómodo. El PRO apoyó casi todas las leyes del Gobierno, pero no forma parte del oficialismo. Recibe críticas de los libertarios, pero tampoco se planta como oposición. Cada distrito hace lo que puede para sobrevivir.
En CABA, el pacto PRO–LLA generó ruido, pero también cierta resignación. Según Mora Jozami, exfuncionaria de Cambiemos, la alianza no implicaría una fuga de votos. “El objetivo era evitar lo que pasó en mayo: el PRO fue solo, todos lo atacaron, y terminó dañado”, explicó.
El relato que empieza a instalarse desde el partido es que los acuerdos con LLA no son capitulaciones, sino “decisiones tácticas” para una elección difícil. Ya se confirmaron alianzas en más de 10 provincias, entre ellas Buenos Aires, Tucumán y Entre Ríos.
Desde las oficinas de Balcarce aseguran que esto no implica entregar el partido. “No hay interbloque, no vamos a votar todo”, dicen. Aunque otros, como Cristian Ritondo, ya piensan en construir “una alternativa para 2027” junto a los libertarios.
Mientras tanto, en silencio, varios se preguntan lo mismo: ¿es este el fin del PRO como lo conocíamos o el primer paso para volver a empezar?