¿Por qué el peronismo cordobés corre peligro en octubre?

Imaginá que un partido político que parecía sólido empieza a tambalear justo antes de la elección. Eso es lo que está pasando en Córdoba...

02-09-2025 - Por Crítica Argentina

Imaginá que un partido político que parecía sólido empieza a tambalear justo antes de la elección. Eso es lo que está pasando en Córdoba: Schiaretti intentó minimizar la ruptura que provocó Natalia de la Sota, pero la realidad desnuda la fragilidad del peronismo cordobés. La diputada podría restarle miles de votos, y eso obliga al oficialismo a buscar alianzas desesperadas para disimular la pérdida.

En el Panal saben que cada punto porcentual significa miles de sufragios. Por eso, Llaryora lanzó un operativo para sumar jefes comunales y referentes de partidos que históricamente eran rivales. La maniobra muestra a un peronismo que camina sin rumbo, condicionado por lo que parece una derrota electoral cada vez más cercana. Pero, ¿será suficiente para contener a la hija del ex gobernador?

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La foto de más de un centenar de intendentes radicales en un acto con Schiaretti dejó en evidencia la estrategia: acumular volumen político a cualquier precio, incluso diluyendo las fronteras partidarias históricas. El objetivo es tapar debilidades propias y frenar la sangría que amenaza la candidatura oficialista.


Radicalismo como furgón de cola


El radicalismo, con su fuerza debilitada, se alineó sin reparos con el peronismo cordobés. Los intendentes que se mostraron cerca de Schiaretti lo hicieron conscientes de que la UCR no puede asegurar una banca por sí sola en octubre. La estructura territorial del partido quedó como su único activo, usado ahora como moneda de cambio.

La dirigencia boina blanca aceptó la conducción de Schiaretti y Llaryora, jugando un rol secundario en el esquema del cordobesismo. La disputa interna de la UCR, con Mestre enfrentado a Ferrer y De Loredo ausente, dejó al partido debilitado y sin horizonte electoral. Esta debilidad explica por qué los intendentes radicales terminaron como aliados serviles del peronismo.

El plan de Llaryora es que los radicales aporten al menos cinco puntos para compensar parcialmente la fuga de Natalia de la Sota. Traducido en votos, serían unos 90 mil, suficientes para disimular la sangría, pero lejos de cambiar la tendencia. Así, el radicalismo queda reducido a un sello que sólo sirve para “engordar” a un peronismo que parece caminar hacia otra derrota electoral inevitable.